Baltazar Torres_Yo, Baltazar Torres, entre tú y el mundo_04/02/17_17/04/17_Dossier
Bajo el título “Yo, Baltazar Torres, entre tú y el mundo”, os presento la primera exposición individual en la Galería Ángeles Baños, de Badajoz, del artista portugués Baltazar Torres (Figueira de Castelo Rodrigo, 1961), uno de los artistas más destacados que el país vecino ha dado en el panorama internacional de las dos últimas décadas. Su trabajo, que cuenta con una constante presencia en nuestro entorno, tanto en lo que se refiere a exposiciones individuales o colectivas en galerías privadas, como a ferias y muestras institucionales, se ha interpretado de manera habitual bajo una doble vertiente por parte de la crítica.
En primer lugar, como una lúcida toma de consciencia, y al tiempo una sutil crítica, acerca de muchos de aquellos aspectos conflictivos que caracterizan la posición del hombre occidental en el presente con respecto a su contexto, tanto natural como cultural: el desarrollo insostenible de nuestro sistema económico y productivo; el impacto medioambiental que produce la actividad humana entendida principalmente como explotación del medio; la deriva especulativa de derechos fundamentales del ciudadano, como los de una vivienda digna, la seguridad individual o un marco saludable para la vida colectiva; el consumo exacerbado que no responde ya al imperativo de cubrir necesidades reales, etcétera.
La segunda vía de interpretación de su obra, por contrario, se concentra en la figura del sujeto como centro de esa toma de consciencia, con la peculiaridad de que Baltazar, para lograrlo, se toma a sí mismo como figura recurrente en su misma obra. Así, las pequeñas esculturas que aparecen por doquier en su trabajo, reproducen de manera fidedigna y rápidamente reconocible su propia fisionomía e indumentaria, convirtiéndose en protagonista de las más diversas escenas. En ellas a veces reina una actividad incesante de deforestación, construcción inmobiliaria y acúmulo de basuras, mientras que en otras esos alter ego en miniatura se dedican a actividades inexplicables, ora ensimismadas o dubitativas, ora absurdas pero lúdicas. En cualquier caso, siempre parece que poniéndonos sobre aviso ante la dificultad contemporánea de construir y dotarnos de cualquier tipo de espacios propicios al crecimiento personal o colectivo.
Fondos problemáticos, pues, sobre los que se destacan estas figuras un tanto enigmáticas que remiten al artista en cuanto que centro y conciencia de lo que su proyecto enuncia. Escenarios y personajes que se superponen en una propuesta narrativa muy sucinta pero elocuente. Sin embargo, esa misma articulación combinada del anuncio de la catástrofe, del absurdo de los excesos en torno a los bienes materiales, concentrada en torno al sujeto que se esgrime frente al espectador como ejemplo por antonomasia de vanagloria, presunción y suficiencia, estupidez al cabo, ya cuenta, desde la tradición del Barroco, con un género específico: la “vanitas”.
Bajo ella os propongo leer aquí la obra de Baltazar Torres, quien, entre tú (lector, espectador, quien mira y atiende a lo que el artista enuncia) y el mundo (ese fondo común a él, a nosotros, o a vosotros dos cuando os quedáis a solas), renuncia a todo gesto grandilocuente, y mucho menos explícito en términos morales o políticos, para recordarnos que el arte, en este espacio edificante y taumatúrgico, alcanza la excelencia cuando es aún una pregunta, antes que una respuesta.
Por eso, junto a la “vanitas”, el otro eje conceptual con el que he trabajado de manera especial con Baltazar para esta exposición que os presento, incide sobre otro aspecto tan presente en su poética, hasta el punto de ser casi una seña de identidad: el de la miniatura. En verdad se trata de una estrategia textual: la miniaturización; esa disminución en tamaño y presencia de los seres que pueblan su obra, y de los escenarios que ocupan, a la que aquí hemos otorgado una atención especial, hasta el punto de que el artista nos presentará por vez primera las paráfrasis de algunos de sus propios trabajos abordándolos a partir del cambio de escala.Ha sido un reto que le he propuesto y con toda generosidad ha asumido, interiorizando las preguntas que se planteaban a priori en su enunciación: ese mundo suyo miniaturizado, ¿soporta una mirada volcada sobre sí misma más allá de los juegos de simetría?, ¿cabe la posibilidad de que, como en un juego de espejos paralelos, las distancias que se proponen entre el espectador y lo que contempla, continúen y aumenten el efecto teatral de la escena? ¿Cuál es el límite, pues -y en definitiva-, de este juego retórico?, ¿cuándo toma consciencia de sí mismo y es posible valorarlo en el plano intencional?, ¿cuál es su “valor” -en el doble sentido de la palabra-?
Efecto de empequeñecimiento, de distancia, que dota al espectador casi inmediatamente de una falsa seguridad de dominio sobre lo que se le (re)presenta, abriendo el campo de su punto de vista, de su perspectiva que, de repente, abarca la escena entera desde fuera. Todo aquello es un “paisaje”, un naufragio contemplado por un espectador externo… Pero esa misma distancia simulada que implícitamente permite el juego de ser grande, de ser Dios, una consciencia omnisciente y crítica, separa al mismo tiempo a quien mira, de manera inevitable, de los casos concretos, individuales, perdiéndose al cabo la posible empatía entre quien sufre y el que ve sufrir. El artista, una vez más, entre tú y el mundo…
Óscar Alonso Molina [Naz de Abaixo, Lugo-Madrid, January 2017]