Juan Carlos Bracho_Campo de color_11/05/13_/25/07/13_Dossier

Bajo el título “Campo de color” se presenta la primera exposición individual en nuestra galería de Juan Carlos Bracho (La Línea de la Concepción, Cádiz, 1970), un proyecto además específico desarrollado para nuestro espacio. El primero, además, donde el Bracho, quien hasta la fecha ha trabajado siempre preferentemente sujeto a la sobriedad del blanco y negro y las escalas de grises, se abre al espectro completo del color.

Si bien es cierto que en otras ocasiones había atendido a los colores-luz primarios (RGB), como encarnación metafórica contenida de todas las imágenes posibles, en Campo de color da un paso más allá y se interna sin inhibiciones en el mundo de los matices, las escalas armónicas de tonos, los complementarios, los contrastes, matices y vibraciones más sutiles del espectro cromático. De este modo, los aspectos sensoriales inherentes a la percepción del color enriquecen el substrato conceptual con que hasta ahora éste había sido tratado en su obra.

El punto de partida procesual es el de multipágina, un modo precario y muy particular de configuración de sus propias imágenes (su idea de dibujo, según lo definió Óscar Alonso Molina), llevado a cabo a partir de impresiones domésticas, que el artista mostró por primera vez en su exposición para el Museo ABC de Madrid hace un par de años.

Lo que Juan Carlos Bracho propone en esta ocasión es el despliegue de un círculo cromático de dieciocho colores -de los que presentamos trece- adaptado al recorrido de la sala, de tal manera que el espectador quedará sumergido en mitad de las grandes superficies (2 x 2 m. c.u.) monocromáticas dedicada a un color concreto. La carta específica que aquí despliega no puede ser recibida como una simple caída en el placer infantil ante el arcoiris o los tonos animados, encendidos, contrastados. No, estos campos de color, supuestamente uniformes y regulares, si hemos de fiarnos de cómo se ordenan en su planteamiento conceptual, al cabo parecen proponernos una experiencia concentrada del paisaje y del vacío. En estos multipáginas plegados como un mapa, se despliega todo un un territorio o campo (paisaje) monocromático: una orografía de papel con mínimos relieves y estrías, realces y planicies, picos y valles.

La impresora doméstica de inyección de tinta con que se realizan deja inevitablemente en su funcionamiento una serie variable e imprevista de errores que el artista respeta como parte sustancial del proceso. De este modo, la matriz conceptual y técnica, tan fría y aséptica, se ve compensada por todas esas pequeñas alteraciones que parecen remitir irónicamente a la manualidad distanciada de la «Colour Field Painting» y sus derivados. En efecto, desde Rothko a Morris Louis, pasando por Stella o Reinhardt, la serie de multipáginas nos remiten a muchos de los nombres más admirados por el propio artista, quien muy discretamente rinde aquí homenaje a su propio museo privado.

Por último se presenta “El estado de dejarlo todo” (2013), un vídeo de algo más de una hora de duración, donde se van superponiendo sucesivamente, por medio de transparencias, seiscientas imágenes hasta saturar la proyección, dibujando lentamente un paisaje sin fin que sutilmente fluctúa ante nuestros ojos. El artista vuelve a retomar en esta exposición sus reflexiones sobre la construcción mental del paisaje desde la abstracción más radical, y de la categoría romántica de lo sublime. Al fin y al cabo, los vínculos emocionales que establecemos con el color dependen de lo que sobre él proyectamos, tal y como ocurre con el paisaje en nuestros recuerdos.