Ruth Morán_Vértigo y olvido_22/01/16_15/03/26_Dossier

Adentrarse en la obra de Ruth Morán (Badajoz, 1976) supone, a la manera de Friedrich, una aproximación, un atisbo, siempre desde «el ojo del espíritu». «Cierra tu ojo físico -escribe Friedrich- con el fin de ver ante todo tu cuadro con el ojo del espíritu. Luego, conduce a la luz del día lo que has visto en tu noche, con el fin de que tu acción se ejerza a su vez sobre otros seres, del exterior hacia el interior».

Hablamos de esencialidad. Es cierto, sólo así vislumbramos, merodeamos en su visión interior, en la que “El pintor -prosigue Friedrich- no debe pintar únicamente lo que ve ante él, sino lo que ve en él”. Así, para Ruth Morán, “La pintura es un vehículo que me revela claves sobre el paisaje, también es una vía de conocimiento… y exploración interior. El paisaje es sustancial en mi pintura. Extraigo elementos que construyen ese paisaje codificándolo en mi misma realidad”.

Asistimos, una vez más, a la coherencia y unidad expresiva de la obra de Ruth Morán, su capacidad para transformar los fondos en atmósferas gracias a la opacidad de los negros, de una extraña reverberación capaz de recrear una realidad intemporal, habitada por corpúsculos que son luz; un titilar de puntos de colores: anaranjados, rosas, azules, amarillos… tildados de accidentes felices, flotando en esa atmósfera de negros y blancos algodonosos que es la “Luz que sostiene el cielo”, “El cuadro es un micro espacio de luz, un juego acumulativo, un palimpsesto. Es un trabajo sobre la luz que exige un sacrificio: extraer la luz, más que mostrarla”.

Y es que, como escribió Leopardi, “El último grado del saber consiste en reconocer que todo aquello que buscábamos había estado delante de nosotros”. Punto y raya: la utilización más pura de los elementos pictóricos; eso sí, habitados por una tensión espiritual, porque cada gesto en Ruth no es sino un darse anímico. “Me interesa el gesto, una especie de action painting a la europea, esto es, una construcción geométrica enmarañada de formas, controladas a partir de una arquitectura secreta”.

Según se recorren sus tramas se impone un aura de naturaleza espiritual y cósmica. En el horizonte la persistencia de un deseo: alcanzar lo sublime.